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La mascarada era una forma de entretenimiento cortesano festivo que floreció en Europa entre el siglo XVI y principios del XVIII, aunque con anterioridad se había desarrollado en Italia, en formas que incluían el intermedio (una versión pública de la mascarada eran los desfiles y procesiones llamados pageants, que incluían cabalgatas). Apareció por primera vez en Inglaterra durante el reinado de Isabel I (1558-1603).
La mascarada implicaba el uso de la música y la danza, del canto y de la interpretación, dentro de elaborada escenografía, en la que el marco arquitectónico y el vestuario podían ser diseñados por un arquitecto de renombre, con el objeto de brindar una alegoría deferente que halagara al patrón. Actores y músicos profesionales eran contratados para las partes habladas y cantadas de la mascarada. A menudo, los enmascarados que no hablaban ni cantaban eran cortesanos: la reina consorte de Jacobo I, Ana de Dinamarca, frecuentemente bailaba con sus damas en mascaradas entre 1603 y 1611, y Enrique VII y Carlos I actuaron en mascaradas en sus cortes, y las damas de la reina interpretaron la mascarada Florimène en la corte de Carlos I en 1642, justo antes del estallido de la Guerra civil inglesa. En otras ocasiones, profesionales y aficionados se unían en la danza final. En la tradición de la mascarada, Luis XIV bailó ballets en Versalles con música de Jean-Baptiste Lully.[1]
Shakespeare escribió un interludio tipo mascarada en La tempestad, el cual según los eruditos modernos estuvo muy influida por los textos de mascarada de Ben Jonson y los decorados de Íñigo Jones.